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¿Cenamos esta noche, Comisario?: lobby en Bruselas
Belén Balanyá
Pueblos
En los últimos veinte años Bruselas se ha convertido en
un imán para los grupos de presión empresariales y firmas
de relaciones públicas, debido al poder cada vez mayor que
ostentan las instituciones europeas. Hoy en día más del
50 por ciento de toda la legislación de los 25 países
miembros de la UE proviene de Bruselas, y en temas de medio ambiente el
porcentaje se eleva al 80 por ciento. Tirando por lo bajo se calcula
que son unos 15.000 los lobbistas que se dedican a tiempo completo a
influir en las instituciones europeas. Más del 70 por ciento de
esos cabilderos representan a grandes empresas.
El mundo del lobby empresarial en Bruselas está formado por
más de mil grupos de presión, cientos de empresas de
relaciones públicas, numerosos despachos de abogados que ofrecen
servicios de lobby, docenas de laboratorios de ideas financiados por la
industria, además de cientos de empresas que cuentan con su
propio departamento de asuntos europeos [1]. La facturación
anual del lobby empresarial en Bruselas alcanza cifras de entre 750 y
1.000 millones de euros [2].
Los grupos de presión empresariales acudieron a Bruselas tras la
unificación como moscas a la miel. Pero algunos, sobre todo la
Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT), se adelantaron y codo a
codo con la Comisión Europea, jugaron un papel fundamental en
diseñar y acelerar el proceso de unificación [3]. A
mediados de los 80 y primeros de los 90, este grupo formado por los
jefazos de 45 de las mayores empresas europeas fue clave para promover
la integración de los mercados que sentó las bases de las
reformas neoliberales que han barrido Europa en los últimos
años.
Una perfecta sincronía
A diferencia de los Estados miembros, en Bruselas reina una cultura
política que hace que el lobby profesional sea la forma
más extendida de hacer política. Los complejos
procedimientos, la falta de un auténtico debate público
europeo y la relativa debilidad de los grupos sociales a escala europea
crean las condiciones ideales para el éxito del lobby
empresarial. Con ese panorama, no es raro que los cursos sobre lobby
sean un sector en expansión. Un ejemplo bastante ilustrativo es
el curso intensivo de una tarde organizado por el gigante de las
relaciones públicas Burson-Marsteller y el semanal más
leído de la ciudad, el European Voice, celebrado en julio de
2004 [4].
“Necesito lobbistas, dependo de los lobbistas”, decía un
eurodiputado (del Reino Unido) a las más de 100 personas que se
apretujaban en una habitación del Hotel Marriot, después
de pagar cada una 300 euros. Y es que los eurodiputados están
abrumados por la cantidad de temas sobre los que tienen que decidir
hasta el mínimo detalle, y a menudo desarrollan una dependencia
enfermiza de los lobbistas. Él explicaba que no quiere
comentarios generales, que lo que quiere son enmiendas de texto
concretas que pueda presentar directamente en los comités o las
sesiones plenarias del Parlamento para ser votadas.
Por desgracia es un procedimiento rutinario, que tiene como resultado
que muchas de las enmiendas redactadas por los representantes de la
industria (y ocasionalmente de los grupos de la sociedad civil) se
conviertan en ley. Los eurodiputados corren el riesgo de convertirse en
meros intermediarios que transfieren las demandas de la industria a la
maquinaria de toma de decisiones. Muchos de ellos, tras un tiempo
ejerciendo su cargo, se pasan al mundo del lobby empresarial. Un
ejemplo de ello son los británicos Nick Clegg (liberal
demócrata) y David Bowe (laborista) que se unieron al equipo de
lobby de la firma GPlus Europe tras dejar el Parlamento Europeo en 2004.
Tras cesar en su cargo, muchos Comisarios también regresan a
Bruselas como cabilderos de la industria. Un buen ejemplo es Leon
Brittan, ex Comisario de comercio (1994-99), que preparó la
posición de la Unión en las negociaciones sobre servicios
de la OMC (AGCS o GATS por sus siglas en inglés). Desde 2000
Brittan se ha dedicado a presionar a sus sucesores, Pascal Lamy y Peter
Mandelson, en calidad de Presidente del Comité LOTIS, un grupo
de presión que representa a la industria británica de
servicios financieros.
Más a la derecha
El lobby en Washington D.C es famoso por sus maneras agresivas, en
contraste con el tono más conciliatorio de Bruselas. Pero la
diferencia cada vez es menor. Una de los ponentes del curso sobre lobby
celebrado en el Marriot era Chrissie Kimmons, que dirige una de los
cientos de consultorías sobre asuntos europeos que hay en
Bruselas. Kimmons, que antes ejercía de lobbista para
GlaxoSmithKline, explicó las principales estrategias de lobby
para las empresas en Bruselas. Recomendó empezar por un “Kofi
Annan”, combinado con un “tercero”. En su jerga, hacer un “Kofi Annan”
es relacionarse con los legisladores para lograr un compromiso y evitar
así un resultado peor, mientras que un “tercero” significa hacer
un trato con ONG y sindicatos. Estas dos estrategias las ha usado mucho
el lobby empresarial durante las dos últimas décadas pero
últimamente se imponen enfoques más agresivos, como el
“dentista” (sacar la peor muela primero - la parte que les guste menos
de la propuesta- y una vez eliminada dedicarse al resto) o el
“helicóptero de combate” (amenazas - por ejemplo de
recolocación - si no retiran la propuesta).
La postura de la patronal europea UNICE constituye un buen ejemplo de
ese viraje hacia tácticas más hostiles. UNICE pide una
moratoria de todas las iniciativas sociales hasta que se cumpla el
objetivo de la “Agenda de Lisboa” (ser el bloque económico
más competitivo del mundo). La llegada de Barroso a la
Presidencia de la Comisión en octubre de 2004 ha ayudado
bastante a que el discurso más duro empresarial se quite la
máscara de la retórica social y ambiental. Barroso
anunció a las claras que los objetivos de competitividad de la
Agenda de Lisboa gozarían de absoluta prioridad durante su
mandato.
Las quejas de la industria sobre las consecuencias sobre su
competitividad empobrecen una tras otra las iniciativas para proteger
la salud o el medio ambiente. Un triste ejemplo es REACH, sistema
propuesto para registrar y testar sustancias químicas. La
propuesta de la Unión para mejorar la desastrosa normativa
existente sobre sustancias químicas dio lugar a la mayor
campaña de lobby industrial que ha habido en Europa hasta la
fecha [5]. La campaña fue liderada por CEFIC, la
asociación europea de la industria química, y
contó con el decidido apoyo de la industria química
estadounidense y de la Administración Bush. Como resultado de
dicha campaña, en la que derrocharon alarmismo, estudios de
impacto llenos de falsedades y tácticas para aplazar el proceso,
REACH fue perdiendo ímpetu hasta ser una sombra de la propuesta
original.
¿Normas para el lobby?
A pesar del espectacular aumento del número de lobbistas y de la
creciente influencia política de las grandes empresas, apenas
existen normas que regulen el lobby a las instituciones europeas. En el
registro del Parlamento Europeo figuran más de 5.000 lobbistas
acreditados con pase, pero esa lista sólo incluye el nombre y la
organización, no para quién trabajan, ni en qué
tema, ni con qué presupuesto. En cuanto a la Comisión
Europea, ha sido bastante hostil a las propuestas para regular el
lobby. Durante los últimos años no sólo ha
aumentado el número de lobbistas, también han aumentado
las demandas para que se ponga coto a su influencia.
El gran escepticismo hacia las instituciones europeas que impera entre
la población empuja a la Comisión a maniobrar en busca de
legitimidad. En marzo de 2005 el vicepresidente de la Comisión y
Comisario para asuntos administrativos, auditoría y lucha contra
el fraude, Sim Kallas, anunció la puesta en marcha de la
Iniciativa Europea de Transparencia (European Transparency Initiative,
ETI) [6]. En un discurso que tomó a muchos por sorpresa, Kallas
destacó la influencia de los más de 15.000 lobbistas en
Bruselas y se quejó de “la absoluta falta de normas sobre
informes y registros de las operaciones de lobby en la UE...” Por
primera vez se abría una puerta en la Comisión a la
posibilidad de hacer obligatoria la información sobre
actividades de presión.
Pero la oposición es y será feroz. Entre los oponentes
destacan la Asociación de Profesionales de Asuntos Europeos
(SEAP), cuya razón de ser ha sido desde su creación en
1997 prevenir cualquier tipo de regulación vinculante sobre el
lobby, y EPACA, la Asociación Europea de Consultorías de
Asuntos Públicos, creada en enero de 2005 [7]. Además de
estos grupos más especializados, los lobbies empresariales
tampoco están muy contentos con la propuesta. Por el contrario
entre la sociedad civil son numerosos los defensores. En julio de 2005
se formó la Alianza para la Regulación sobre
Transparencia y Ética del Lobby (Alliance for Lobbying
Transparency and Ethics Regulation, ALTER-EU), una coalición de
movimientos sociales, sindicatos y académicos para combatir por
una ETI fuerte. Además de normas vinculantes para la
transparencia de los lobbies, ALTER-EU también reclama una
mejora del código de conducta para los Comisarios europeos (que
limite su fichaje por el mundo empresarial) y el fin del acceso
privilegiado a legisladores y altos cargos del que gozan los lobbistas
de la industria [8].
Desde ese primer discurso de Kallas, y tras una oposición feroz
de la industria y de gran parte de la Comisión, parece que los
responsables de la ETI se alejaron de la posibilidad de normas
vinculantes y dan preferencia a códigos voluntarios y otras
lindezas. Los intereses empresariales han apostado en su mayoría
por la voluntariedad, ese filón que tan buenos resultados les
está dando en otros campos. Cada vez es más frecuente que
en vez de oponerse frontalmente a los objetivos sociales o
ecológicos que persigue una potencial regulación, las
empresas se declaren abanderadas de los mismos, pero con la
condición de que no les impongan obligaciones y les dejen manos
libres. El que los códigos de conducta y demás
instrumentos voluntarios hayan demostrado con creces ser absolutamente
ineficaces no parece un obstáculo para que la Comisión
derribe una tras otra la posibilidad de normas vinculantes (uno de los
ejemplos más recientes es el de la Responsabilidad Social de las
Empresas - CSR). En el caso de la ETI el resultado final no está
decidido aún, pero es posible que salga algo tan descafeinado
que no permita un escrutinio eficaz de la influencia del lobby, y
aún así se use para legitimarla, por lo que haría
más mal que bien.
Unas buenas normas nos pueden permitir acceder con cierta facilidad a
los datos que ahora sólo es posible atisbar y con esfuerzo. Al
hacerlos públicos, la escandalosa magnitud de los recursos
invertidos por los intereses empresariales, y las desastrosas
consecuencias sociales de su influencia, pueden hacer más por
movilizar un gran rechazo popular que muchas campañas hasta la
fecha. Por supuesto que dichas normas no significarían el fin
del poder empresarial en Bruselas, pero es un paso necesario y de
ahí la importancia de luchar por ellas. Exponerlo a la luz del
sol, ayudará también a acabar con la simbiosis entre
actores políticos y económicos. Y puede animar a la
sociedad a negarse a seguir sacrificando el progreso social y
ecológico en aras de la “competitividad internacional”, y a
exigir un control verdaderamente democrático de la
economía.
Belén Balanyá es miembro de Corporate Europe Observatory.
Este artículo ha sido publicado en el nº 22 de la revista
Pueblos, julio de 2006, Especial Multinacionales, pp. 15-17.
[1] CORPORATE EUROPE OBSERVATORY (Julio 2005): Lobby Planet Guide,
Brussels, the EU Quarter.
[2] EUROPEAN VOICE: “A spoonful of sugar makes the message go down”,
Vol. 11 No. 33: 22 septiembre 2005.
[3] BALANYÁ, Belén; DOHERTY, Ann; HOEDEMAN, Olivier;
MA’ANIT, Adam Y WESSELIUS, Erik (2002): Europa, S.A., Barcelona, Icaria
Editorial, Colección Antrazyt.
[4] EUROPEAN VOICE Y BURSON-MARSTELLER: “Lobbying: developing the
strategy - delivering the results”, 15 de julio de 2004.
[5] CORPORATE EUROPE OBSERVATORY (Marzo 2005): “Bulldozing REACH - the
industry offensive to crush EU chemicals regulation”.
[6] KALLAS, Sim (3 de marzo de 2005): “ The need for a European
transparency initiative”, ponencia ante la European Foundation for
Management, Nottingham Business School, Nottingham.
[7] Evolución del “Grupo del Código de Conducta”.
[8] ALTER-EU (19 de Julio de 2005): “Ending corporate privileges and
secrecy around lobbying in the European Union”. Para más
información sobre el debate en torno a la regulación del
lobby en la UE.